Yo no la boté por vieja
puesto que también soy viejo
mas le aclaré que no dejo
en mi cama una torreja.
Cuantas veces en la oreja
le dije: no te abandones
porque si te descompones
y pretendieses negarlo
los primeros en notarlo
van a ser mis dos cojones.
Se abandonó como digo
y apareció a mi costado
con el busto descolgado
y despuntando el ombligo.
Y yo que soy enemigo
de un cuerpo lleno de grasa
la hice salir de casa
porque además de embeleco
no veía ningún hueco
en esa grotesca masa.
© 2009 Luis Bárcena Giménez
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