La esmeralda y el diamante
tienen ambos los colores
de la sangre y los horrores
que vierte y pasa un marchante.
En ese confín distante
de las grandes joyerías
escarba todos los días
la tierra, con el consuelo
de sacar gemas del suelo
y no las manos vacías.
Allá en Costa de Marfil
la mayoría fracasa
y la misma cosa pasa
en Colombia y en Brasil.
En esa labor cerril
no es raro que se peleen,
al final nada poseen
mas a la tierra se aferran:
muchos son los que se entierran
pa’ que pocos centelleen.
© 2009 Luis Bárcena Giménez
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