A Gerardo que era tardo
se le acabó la modorra
cuando conoció una zorra
apellidada Fajardo.
Del Marítimo Resguardo
terminada su jornada
con la mente obsesionada
por la pasión y la dicha
citaba a la susodicha
pa’ tirarse una encamada.
Convirtió pues en doctrina
lo entendido por astucia
llegando a ver a la rucia
como su hada madrina.
Y en la cita clandestina
no se daba cuenta el “pillo”
que estando sin calzoncillo
tras del abrazo y el beso
él aligeraba el peso
y mucho más el bolsillo.
* Los nombres son ficticios
© 2009 Luis Bárcena Giménez
© 2009 Luis Bárcena Giménez
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